Todos los pingüinos se han ido,
me han cedido su polo, gratuitamente
pero antes de irse, me dedicaron un igloo
y en la pared tallaron, mi nuevo nombre
y desde ese entonces le respondo
sólo al viento que lo pronuncia
a esa brisa fría, e infiel, que ronda
mis tierras baldías como el águila
que, de niño, siempre confundí con ruiseñor.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario